sábado, 14 de junio de 2008

el catorce

Soy Ángel Escobar y no lo niego.
Mis ojos son dos trozos de negrura
donde pasta la noche que me apura
a morirme porque a morir me entrego.
Hay bestias salvajes, también un fuego
que mute las notas de mi organillo
déjame sentirme aquel hombrecillo
lunático, sin nombre ni heredades.
Que no tuvo ni peces ni ciudades.
Ni el nombre del país en el bolsillo.

Es febrero y me duele la arrogancia
de La Habana ordinaria que me humilla.
Soy el hijo malsano. Soy la arcilla
de un salmo silencioso en la distancia.
Si salto, mi carne se hará tan rancia
como el pan que en la puerta se incinera.
Tengo grato dolor en mi bandera.
En la carne del país, en lo que amo.
Y es por eso que a solas te reclamo.
Del otro lado ya nadie me espera.

Saltaré con el nombre menos tierno,
con la música azul de la tormenta.
Es lunes y mi carne estará en venta.
De nada servirá tan poco invierno.
Tengo cascos intermedios y un cuerno
en mi frente apuntando hacia la aurora.
La noche es un insecto que devora
mis uñas de animal y en el asfalto.
Temo empañar el cuerpo porque el salto
es más límpido y mortal a esta hora.

Mi muerte pesa mucho en el bolsillo,
es el susto de morir sin otra suerte
quien borra los colores de mi muerte,
del desalmado perro al que me humillo.
Ya no sé si morir es tan sencillo,
o es mas triste esta piel de forastero,
donde llevo grabado el derrotero
del viernes doloroso de mi voz.
Soy Ángel Escobar y como Dios
Me voy quedando solo en el madero.

Ángel Escobar (Cuba 1957 . 1997)

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