lunes, 16 de junio de 2008

tímida y avergonzada

dejé que me quitaras lentamente mis vestidos,
desnuda
Sin saber qué hacer y muerta de frío
me acomodé entre tus piernas
¿es la primera vez?
preguntaste,
sólo pude llorar.
oí que me decías que todo iba a salir bien
que no me preocupara,
yo recordaba las largas discusiones de mis padres,
el desesperado llanto de mi madre
y su voz diciéndome
"nunca confíes en los hombres".
Comprendiste mi dolor
Y con infinita ternura
Cubriste mi cuerpo con tu cuerpo,
tienes que abrir las piernas, murmuraste,
y yo me sentí torpe y desolada.

María Emilia Cornejo (Perú 1949 . 1972)

¡a todos!

¡A todos!
No se culpe a nadie de mi muerte y, por favor,
nada de chismes. Lili ámame.
Camarada gobierno, mi familia es: Lili Brik, mi madre, mis hermanas y Verónica Vitaldovna Polonskaya.
Si se ocupan de asegurarles una existencia decente, gracias.
Por favor den los poemas inconclusos a los Brik,
ellos los entenderán.
Como quien dice
la historia ha terminado.
El barco del amor
se ha estrellado
contra la vida cotidiana
Y estamos a mano
tú y yo
Entonces ¿para qué
reprocharnos mutuamente
por dolores y daños y golpes recibidos?

Vladimir Maiakovski (Georgia -URSS- 1893 . 1930)

sábado, 14 de junio de 2008

puse la mesa para seis

Repito el primer verso
y fundo la palabra:
"Puse la mesa para seis..."
Te olvidaste del séptimo.
Tristes están los seis,
llueve sobre sus rostros.
¿Quién pudo, en esa mesa
olvidarse del séptimo?
Están tristes tus huéspedes,
la garrafa sin vida.
Tristes como tú, tristes
como está la olvidada.
Sin alegría, sin brillo,
hoy no comen ni beben.
Te atreviste al error, cómo pudiste:
No seis -los dos hermanos y el tercero,
y tú con la mujer y con los padres -,
sino siete. ¡Eran siete! ¡Si yo existo!
Pusiste la mesa para seis,
pero es que a seis no se reduce el mundo.
Espantar a los vivos es inútil,
quiero ser un fantasma con los tuyos.
( Con los míos...)
Como ladrón miedoso,
sin rozar tan siquiera alma ninguna.
El cubierto no puesto, yo, de frente
me siento la olvidada: soy la séptima.
El vaso de bebida se ha volcado
y todo lo que ansiaba derramarse:
sal de los ojos, sangre de las heridas,
que van cayendo del mantel al suelo.
Féretro, separación ¡ya no existen!
La mesa exorcizada y la casa despierta.
Presta como la muerte a un banquete de bodas,
soy la vida que llega, oportuna, a la cena.
No eres madre: ni hermano, ni hijo, ni marido.
Y ni siquiera amigo. Te reprocho,
cuando pusiste para seis aquella mesa,
que a mí no me dejases ni la esquina siquiera.

Marina Tsvietáieva (Rusia, 1892 . 1941)

poemas encadenados

Nuestras palabras
nos impiden hablar.
Parecía imposible.
Nuestras propias palabras.

En cierto sentido todas las vidas son una misma cosa,
ya que cada vida es una cuerda.
Pero unas cuerdas sirven para saltar a la comba
y otras para ahorcarse con ellas.

y aquí entre dos calmas
lejos del cementerio
abro un libro de silencios
por la página de tu espalda
y encuentro la palabra alegría
y la palabra alegría lleva acento
y yo se lo quito
y te lo pongo en la nuca

Pedro Casariego (España, 1955 . 1987)

poema

¿Hasta qué otro paisaje he de llegar
para encontrar la tan querida muerte?
Las piedras de otros países no te responden
y el mar alza la lámpara de los pájaros grises
para decir que no.
No busques el camino más allá
de la infancia.
En tu casa hay una vieja fotografía
donde ya estás muerto,
Alfonso.

Alfonso Sola (Argetina 1917 . 1975)

el catorce

Soy Ángel Escobar y no lo niego.
Mis ojos son dos trozos de negrura
donde pasta la noche que me apura
a morirme porque a morir me entrego.
Hay bestias salvajes, también un fuego
que mute las notas de mi organillo
déjame sentirme aquel hombrecillo
lunático, sin nombre ni heredades.
Que no tuvo ni peces ni ciudades.
Ni el nombre del país en el bolsillo.

Es febrero y me duele la arrogancia
de La Habana ordinaria que me humilla.
Soy el hijo malsano. Soy la arcilla
de un salmo silencioso en la distancia.
Si salto, mi carne se hará tan rancia
como el pan que en la puerta se incinera.
Tengo grato dolor en mi bandera.
En la carne del país, en lo que amo.
Y es por eso que a solas te reclamo.
Del otro lado ya nadie me espera.

Saltaré con el nombre menos tierno,
con la música azul de la tormenta.
Es lunes y mi carne estará en venta.
De nada servirá tan poco invierno.
Tengo cascos intermedios y un cuerno
en mi frente apuntando hacia la aurora.
La noche es un insecto que devora
mis uñas de animal y en el asfalto.
Temo empañar el cuerpo porque el salto
es más límpido y mortal a esta hora.

Mi muerte pesa mucho en el bolsillo,
es el susto de morir sin otra suerte
quien borra los colores de mi muerte,
del desalmado perro al que me humillo.
Ya no sé si morir es tan sencillo,
o es mas triste esta piel de forastero,
donde llevo grabado el derrotero
del viernes doloroso de mi voz.
Soy Ángel Escobar y como Dios
Me voy quedando solo en el madero.

Ángel Escobar (Cuba 1957 . 1997)

quando chegar

Quando chegar
Quando eu morrer,
Anjos meus,
Fazei-me desaparecer, sumir, evaporar
Desta terra louca
Permiti que eu seja mais um desaparecido
Da lista de mortos de algum campo de batalha
Para que eu não fique exposto
Em algum necrotério branco
Para que não me cortem o ventre
Com propósitos autopsianos
Para que não jaza num caixão frio
Coberto de flores mornas
Para que não sinta mais os afagos
Desta gente tão longe
Para que não ouça reboando eternos
Os ecos de teus soluços
Para que perca-se no éter
O lixo desta memória
Para que apaguem-se bruscos
As marcas do meu sofrer
Para que a morte só seja
Um descanso calmo e doce
Um calmo e doce descanso.

Ana Cristina Cesar (Brazil 1952 . 1983)

fuga de la muerte

Negra leche del alba la bebemos al atardecer
la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus
mastines
silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra
ordena tocad para la danza

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita cavamos una tumba en el aire no
se yace estrechamente en él
Grita cavad unos la tierra más profunda y los otros cantad sonad
empuña el hierro en la cintura lo blande sus ojos son azules
cavad unos más hondo con las palas y los otros tocad para la
danza

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y la mañana y al atardecer
bebemos y bebemos
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita él juega con las serpientes
Grita sonad más dulcemente la muerte la muerte es un maestro
venido de Alemania
grita sonad con más tristeza sombríos violines y subiréis como
humo en el aire
y tendréis una tumba en las nubes no se yace estrechamente allí

Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de
Alemania
te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules
te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido
de Alemania
tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita

Paul Celan (Rumania 1920 . 1970)

autobiografía

"Fuí un afligido desde mi mocedad,
siempre lleno de espanto, lleno de tristeza"
(Salm., 88,16)


Cuando yo era pequeño
estaba siempre triste
y mi padre decía
mirándome y moviendo
la cabeza: hijo mío
no sirves para nada.

Después me fui al colegio
con pan y con adioses
pero me acompañaba
la tristeza. El maestro
graznó: pequeño niño
no sirves para nada.

Vino luego la guerra
la muerte -yo la vi-
y cuando hubo pasado
y todos la olvidaron
yo triste seguí oyendo:
no sirves para nada.

Y cuando me pusieron
los pantalones largos
la tristeza en seguida
cambió de pantalones.
Mis amigos dijeron:
no sirves para nada.

En la calle en las aulas
odiando y aprendiendo
la injusticia y sus leyes
me perseguía siempre
la triste cantinela:
no sirves para nada.

De tristeza en tristeza
caí por los peldaños
de la vida. Y un día
la muchacha que amo
me dijo y era alegre:
no sirves para nada.

Ahora vivo con ella
voy limpio y bien peinado.
Tenemos una niña
a la que a veces digo
también con alegría:
no sirves para nada.

José Agustín Goytisolo (España 1928 . 1999)

lady lazarus

Lo logré otra vez,
Me las arreglo —
Una vez cada diez años.

Especie de fantasmal milagro, mi piel
Brillante como una pantalla nazi,
Mi diestro pie

Es un pisapapel,
Mi rostro un fino lienzo
Judío y sin rasgos.

Descascara la envoltura
Oh, mi enemigo,
¿Aterro acaso? —

¿La nariz, las cuencas vacías, los dientes?
El apestoso aliento
Se desvanecerá en un día.

Pronto, muy pronto, la carne
Que la tumba devoró
Se sentirá bien en mí

Y yo una mujer que sonríe.
Tengo sólo treinta años.
Y como gato he de morir nueve veces.

Esta es la Número Tres.
Qué desperdicio
Eso de aniquilarse cada década.

Qué millón de filamentos.
La multitud mascando maní se agolpa
Para verlos.

Cómo me desenvuelven la mano, el pie —
El gran desnudamiento.
Damas y caballeros.

Estas son mis manos
Mis rodillas.
Soy tal vez huesos y pellejo.

Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer.
La primera vez que sucedió tenía diez.
Fue un accidente.

La segunda vez pretendí
Superarme y no regresar jamás.
Oscilé callada.

Como una concha marina.
Tenían que llamar y llamar
Recoger mis gusanos como perlas pegajosas/

Morir
Es un arte, como cualquier otra cosa.
Yo lo hago excepcionalmente bien.

Lo hago para sentirme hasta las heces.
Lo ejecuto para sentirlo real.
Podemos decir que poseo el don.

Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Muy fácil hacerlo y no perder las formas.
Es el mismo

Retorno teatral a pleno día
Al mismo lugar, mismo rostro, grito brutal
Y divertido:

“Milagro!”
Que me liquida.
Luego una carga a fondo

Para ojear mis cicatrices, y otra
Para escucharme el corazón –
De verdad sigue latiendo.

Y hay otra y otra arremetida grande
Por una palabra, por tocar
O por un poquito de sangre

O por unos cabellos o por mi ropa.
Bien, bien, está bien Herr Doktor.
Bien. Herr Enemigo.

Yo soy vuestra obra maestra,
Su pieza de valor,
La bebé de oro puro

Que se disuelve con un chillido.
Me doy vuelta y ardo.
No creas que no valoro tu gran cuidado.

Ceniza, ceniza —
Ustedes atizan, remueven.
Carne, hueso, nada queda 00

Una barra de jabón,
Una alianza de bodas.
Un empaste de oro.

Herr Dios, Herr Lucifer
Cuidado.
Cuidado.

Desde las cenizas me levanto
Con mi cabello rojo
Y devoro hombres como el aire.

Sylvia Plath (USA 1932 . 1963)

el despertar

A León Ostrov

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo


Alejandra Pizarnik (Argentina 1936 . 1972)

viernes, 13 de junio de 2008

deseando morir

Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días no puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lascivia regresa.

Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto al sol.

Pero los suicidas poseen un lenguaje especial.
Al igual que carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.

En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez,
he poseído al enemigo, comido al enemigo,
he aceptado su destreza, su magia.

De este modo, grave y pensativa,
más tibia que el aceite o el agua,
he descansado, babeando por el agujero de mi boca.

No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja.
Hasta la córnea y la orina sobrante se perdieron.
Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.

Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños mirarían con una sonrisa.

¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!
que, por sí misma, se convierte en pasión.
La muerte es un hueso triste, lleno de golpes, dirías,

y a pesar de todo ella me espera, año tras año,
para reparar delicadamente una vieja herida,
para liberar mi aliento de su dañina prisión.

Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas,
rabiosos ante el fruto, una luna inflada,
Dejando el pan que confundieron con un beso
Dejando la página del libro abierto descuidadamente
Algo sin decir, el teléfono descolgado
Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.

Anne Sexton (EEUU 1928 - 1974)

tocata y fuga

Te busco, Muerte. Te busco
y no te encuentro.

Entre la nada te busco
y te busco
entre la gente.

Y no te encuentro.

Pero cuando tú
me busques...
todo será diferente.

Juan Gonzalo Rose (Perú 1928-1983)

hablar con un tercero

y he elegido a la
muerte, para todas las
confesiones ella, le he
contado, a esta muerte
disparatada, a la que no
puedo imaginar, a la que
puedo provocar rápidamente,
pero nunca imaginar, le
he contado.

La muerte, a la que le he contado
tiene la amargura de treinta
píldoras, mide una
caída por la ventana, y
le digo, al estar sola
con ella, ella tan larga
tan larga como una caída por la ventana,
ella tan corta, larga como un sueño,
hasta que le quite al sueño
las preocupaciones por
mí, le cuento a este
tercero.
Digo: hazme ver su
boca, y ese ojo,
hazme ver cómo era,
dale marcha atrás,
hazme ver cómo digo:
Otra vez, y
soy.

Ingeborg Bachmann ( Austria 1926 -1973)

vendrá la muerte y tendrá tus ojos

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.

Cesar Pavese (Italia 1908 . 1950)